Las sábanas se siguen arrugando tan sólo en mi lado de la cama. Cada noche, mi cuerpo desnudo se tumba, gira de un lado a otro y termina abrazando la almohada. Estos brazos estaban acostumbrados a tener sustento, a buscar un compañero que me lleve a esos sueños, a empezar a soñar antes de cerrar los ojos.
Me despierto en la noche, bebo agua y miro la otra almohada, bien colocada, sin arrugar. Cierro los ojos con fuerza obligándome a evadirme y volver con mi fiel Morfeo.
Y es así al despertarme, al mirar las nulas llamadas o mensajes en el móvil por la mañana. Al comer, o al llegar a casa, cansado, con ganas de compartir muchas cosas. Solo.
Hace tiempo que no hago la cama. Total, sólo se arruga un lado de las sábanas. El otro sigue liso y colocado. Y frío. Al final, las cosas que se dejan sin tocar se quedan frías. Yo mismo lo estoy, y lo peor es el temor de que una simple llamita no sea capaz de calentarme.
Te calentará un llamón que ni Nerón pueda imaginar. Ya verás como llega.
ResponderEliminarBesunos!
Hola, hace tiempo que te leo, a menudo entro por aqui a por mi dosis de tus palabras que muchas veces comparto. Me he decidido a escribir porque ya hace un tiempo que entro y sigo viendo ésta entrada, la que me ha dejado un sabor algo amargo. Que sepas que me ha llegado hondo, tal vez porque, sin querer reconocerlo, me pasa y pienso igual que tú.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Inna, ya verás como llega.
Cuando vuelvas a escribir(espero que sea pronto)nos tienes que sacar una sonrisa..Te deseo todo lo mejor,un abrazo!
gracias por tu comentario ;)
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