jueves, 3 de marzo de 2016

156. Esto pasó ayer


[Texto rescatado de hace 7 años]

La zona donde yo trabajo, un Parque Empresarial lleno de oficinas, está llena de gatos, que campan a sus anchas. Ayer, según salía de trabajar a eso de las 18h., vi en una plaza de aparcamiento vacía (a esas horas ya se ha marchado casi todo el mundo) a dos gatos, uno sobre el otro. Según me iba acercando, vi que el de arriba cogía del cuello al otro y hacía movimientos rítmicos, hacia delante, hacia atrás. Me hizo gracia, y pensé aprovechar que llevaba el móvil en la mano para hacer alguna foto de los gatos copulando (esas tonterías que tanta gracia nos hacen...). Una pareja estaba parada mirando, pero en sus caras no se dibujaban sonrisas sino asombro. Me fijé en los gatos y reparé en que el gato de debajo no se movía nada, y en su cara, que yo en principio consideré dominada por algún tipo de éxtasis, se dibujaba una expresión vacía, una mirada hueca, una mandíbula desencajada. Efectivamente, no se movía, no ofrecía signos de vida. En un momento en que el gato que le cogía del cuello paró, comprobé horrorizado que estaba muerto. Mi primera reacción fue preguntarme qué podría haber llevado a un gato a matar a otro y ensañarse de esa forma. Pero fue fugaz, ya que en cuanto el gato vivo retomó su actividad, comprobé que no le pretendía hacer daño, sino precisamente todo lo contrario. Comprendí finalmente lo que estaba pasando. Este gato se debió de encontrar al otro (amigo, pareja o familiar) muerto por alguna razón (probablemente atropello), y trataba ahora inútilmente de reanimarlo. Vi cómo lo cogía del cuello tirando de él hacia atrás, como diciendo "levántate". Cómo, cuando se cansaba, paraba y le lamía el cuello, tratando de curarle. Cómo maullaba de desesperación intentando darle ánimos. Cómo se quedaba parado mirando sin comprender.

En ese momento reparé en que la pareja que miraba había desaparecido, así como dos personas que iban andando a mi lado. Y vi cómo alguna persona salía hablando apresuradamente por el móvil y lanzaba una mirada fugaz a la pareja de gatos, sin emplear un segundo de más. Y allí, entre dos coches, el animal se vio rodeado de un aura de soledad repentina. Y yo, impidiendo a la lágrima que terminase de asomar, reemprendí la marcha hacia el metro y continué con mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario