lunes, 19 de noviembre de 2012

109. Encuentro


[ Mini-relato rescatado de mi antigua web ]


No dejaba de mirar las escaleras. En cualquier momento aparecería ella. El momento que llevaba esperando todo el día por fin llegaba. No había podido concentrarse en toda la mañana, y en la comida se había quedado embobado mirando la ensalada, removiendo miles de veces la lechuga, provocando las risas de sus compañeros.

Volvía de nuevo a sentir esa sensación, esa ilusión sólo comparable a la que siente un niño la noche previa a los regalos de Navidad. Se sentía el hombre más afortunado del mundo.

Al fin, esa figura femenina bajó el último tramo de escaleras y llegó al portal. Ahí estaba. ¿Era posible que estuviera aún más guapa que un mes atrás, cuando comenzó el viaje? Unas lágrimas surcaban las mejillas de la joven cuando se abalanzó sobre él para darle ese abrazo que le prometió cuando partió. él sintió ese escalofrío en todo su cuerpo al sentirla pegada a él, al respirar su perfume, al acariciar la suave piel de su espalda, al sentir sus pechos contra su torso. Una sensación de paz, bienestar y seguridad se apoderó de él, completándose con una inevitable erección que, se dijo, seguro notó ella.

Cuando sus labios encontraron los de ella, esa energía, esa seguridad, esa excitación, fueron compartidas, e hicieron de ambos un solo ser. Las piezas volvían a encajar, todo estaba en su sitio. La Tierra podía seguir girando.

Cuando estaba con ella, cuando iba a su lado, o simplemente cuando leía un mensaje suyo, el sol brillaba con más intensidad, el aire era más puro, las flores tenían colores más vivos y la gente se mostraba más amable. Era la definición de felicidad. La razón de la existencia, el sentido de la vida.

Estaba muy feliz. Sin embargo, de pronto, bajándole de su nube, sonó una música que le era familiar.

Mierda. El despertador.

Se levantó asimilando aún que todo había sido un sueño. Como los últimos 30 años, llenos de sueños no cumplidos. Y, a medida que pasaba el tiempo, iba perdiendo la esperanza. Se refugiaría en los sueños siempre. Seguiría compartiendo su cuerpo con semidesconocidas, sustituyendo la felicidad por momentos de placer.

Y esperaría a la noche. Su paso a una realidad paralela, donde nadie le podría negar esa felicidad.

Pero seguiría llorando al despertar.


06/2006


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