lunes, 5 de marzo de 2012

087. A oscuras



La oscuridad inunda la habitación. La película ha terminado y nos ha encontrado abrazados, el uno junto al otro, sin querer que ese momento termine. Cuando al fin te levantas del sofá, nuestros labios imantados se resisten a estar muy separados, y te quedas ahí, a escasos centímetros, notando mi respiración. Sabemos que estamos jugando en terreno peligroso, que no debemos, que por fuerte que sea la tentación tenemos que mantener la distancia.
Pero tu boca y mi boca se buscan, casi se sienten sin llegar a tocarse.

"Bueno, ¿enciendo la luz?", digo con un hilo de voz, sin mucha convicción. Tu "no" queda expresado sin palabras, al agarrarme suavemente del brazo pidiéndome que no rompiera ese momento. Mejor así. Noto tu sonrisa en la penumbra, tus ojos que me miran con una mezcla de pasión y culpa. Tu mano en mi brazo se desliza, me acaricia, estamos cada vez más cerca. No queda espacio entre nosotros. Te abrazo suavemente, sin dejar de mirarte. Mientras paso mis labios por tu cuello noto cómo se eriza tu piel, y tu boca en mi oreja suelta un leve suspiro. Tu mano en mi pelo, jugueteando en mi nuca.
Nuestros labios se buscan y se encuentran al fin, y noto tu calidez pasando a mi cuerpo, y tu lengua juguetona repasando mis labios. Nos besamos muy lentamente, olvidando la realidad, sintiendo esa chispa eléctrica que nos recorre y nos enciende.
Mis manos sigue recorriendo tu cuerpo, ya debajo de tu camiseta, subiendo por toda tu espalda. Las tuyas en mi cabeza, suaves pero firmes, como queriendo asegurarte de que no nos vamos a separar. Nuestro beso se va volviendo más apasionado, nuestro ritmo se acelera, tu respiración se agita, gotas de sudor aparecen en mi cuerpo. Quiero sentirte bien, quiero que nada nos impida disfrutar el uno del otro, así que te levanto los brazos y saco tu camiseta. Mucho mejor. En la oscuridad recorro tu cuerpo, que ya lo conozco bien, y mis dedos se paran traviesos en los puntos que más te gustan...

Más de una hora continuamos con este juego de pasión, de intimidad, de sentirnos por un momento el uno para el otro. Un juego que comienza en un sofá y que nos encuentra desnudos, sobre la alfombra, con una oscuridad casi absoluta, convirtiendo nuestros dedos en grandes receptores de placer, haciendo que tú y yo conozcamos nuestros respectivos cuerpos a la perfección, mucho más que cuando nos hemos visto a plena luz del día.
Una noche inolvidable, con fecha de caducidad, con una mañana que nos separará como otras veces, asegurándonos que no volverá a pasar. Pero sabemos que no será así de fácil, que como hoy leí por ahí, un error común del ser humano es tratar de sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

No sé qué nos deparará la vida, pero esa noche nunca la olvidaré. La noche en que fuimos uno, y en la que la única electricidad fue la que hubo entre nosotros.


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