[ Rescatado de mi antigua web, escrito en 2006 ]
No sé qué dirección tomar. Todo se mueve demasiado rápido alrededor. Cosas que no comprendo. Objetos desconocidos para mí. Televisores de plasma se mezclan con pingüinos mágicos, mientras al fondo la taza con café se altera. El entorno va cambiando de color; sin darme cuenta, todo se ha quedado en tono sepia. Sí, alguien ha cambiado el modo de color. Vaya, vuelvo a estar dentro de la cámara. Espero que no se acabe la batería esta vez. Que dé tiempo a hacer la foto y descargarla; quedaría conojuda para el Fotolog. Pero creo que me muevo demasiado, no saldrá bien... Argh, esa música. Vuelve a sonar de fondo. ¡No, por favor! Otra vez no, siempre igual... ¡dame una tregua!
Me temo que es inevitable. Mierda, el puto despertador, como todos los días. Cojo el móvil, lo apago y lo meto conmigo en la cama. Volverá a sonar dentro de 10 minutos. Me coloco bien, de costado, disfrutando el lado más cómodo de mi almohada. Me pregunto por qué siempre me despertaré en esas posturas tan raras. Me va a doler el cuello hoy, para variar. Pero me empieza a dar un masaje, estamos desnudos en su cama. Esas manos suaves pero firmes a la vez, que me hacen sentir cada uno de mis músculos. En cuanto terminemos, nos bajaremos a la cafetería, que hemos quedado allí con la rusa que conocimos el otro día para darle unos apuntes. Lo más importante es no perderse en el laberinto que nos lleva allí. Oh, no puede ser... ¡esa maldita música!
Joder, me había vuelto a dormir, no me había dado tiempo ni a taparme con la sábana. Venga chico, esta vez sí que hay que levantarse. Que hoy quieres llegar pronto para salir antes. Reúno unas fuerzas que creía que no poseer, y de un golpe me quedo sentado al borde de la cama. Vale, lo difícil ya está hecho. Ahora hay que terminar de levantarse y arrastrarse hasta el baño, donde, después de bastante agua fría, conseguiré abrir los ojos. Eh... ¿cámara de fotos? ¿chica rusa? Dios mío, cada día sueño cosas más raras. No volveré a cenar tan tarde. Ay, el cuello, eso no ha sido un sueño. Voy a pasarlo mal hoy.
Aún con los ojos cerrados, enciendo el móvil, desactivo la alarma y me levanto al baño. Abriendo un sólo ojo, empiezo a mear, tarea que se dificulta por el conocido estado en que nos despertamos a menudo los tíos. Me lavo las manos y la cara, y con ello consigo abrir los ojos, aunque aún me costará un rato acostumbrarme a la luz.
Ay, ¿por qué no me acosté antes? ¿Por qué llevo años haciéndome la misma pregunta todas las mañanas?
Hombre, hola Socs. Has tardado en reaccionar tú también, ¿eh? Las mañanas también son duras para los perros, especialmente si son tan vagos como tú. Ahora bajamos, espera que me visto. Vale, están todas las camisas de manga corta para lavar. Hasta mañana no se pone lavadora. Así que hoy toca camiseta. Venga, vale, la azul. Total, hoy no he quedado con nadie después del curro, no hace falta que me arregle mucho. Me la pongo, junto con los pantalones, calcetines a rayas y zapatos. No pegan nada esos calcetines con los zapatos negros. Aún me pregunto por qué llevo zapatos al trabajo, si podemos ir como nos dé la gana.
Socs, tío, ¿ya estás tumbado otra vez? Estás repleto de actividad, ¿eh? Pues aprovecharé y desayuno antes de bajarte. Un café que espero sea suficiente para no tener que recurrir a la mierda negra que sale de la máquina de la oficina. Y un par de magdalenas. Ah, amigo, con esto si te levantas ¿eh? Ha sido escuchar la bolsa abrirse y ya estás aquí. No sabes tú nada. Por si cae algo.
Joder, ¡mira qué hora es! Mensajito a mi amigo: no me esperes a las 8, que no llego, voy más tarde. En fin, otra vez a ir solo. Yo no sé cómo lo hago.
Vamos, máquina de producir pelos, nos bajamos. Ah, fantástico, ahora te pones a comer. Siempre me haces la misma. Bueno, me voy lavando los dientes y preparando la cartera. Nos bajamos, hoy la vuelta será rápida. Olisquea un poquito en este trozo de césped, haz tus cosas y nos subimos. Tarde, tarde, tarde. Espero que hoy el metro no haga de las suyas, y pueda llegar a una hora razonable.
Al llegar a la boca de metro (andando, claro, nunca pasa el autobús cuando se necesita), me asaltan los repartidores de periódicos. Cojo varios, aunque el que me gusta ya se ha agotado. Bajo las escaleras guardándome todos los periódicos con una mano mientras con la otra voy sacando el Abono. Joder, la típica niña estúpida que no sabe meter el ticket en la máquina. ¡No es necesario estudiar un Máster! Vale, ya estás estresado y acabas de salir de casa, calma. Llegamos al andén. Hasta el culo, claro. "... de entre 5 y 10 minutos, rogamos disculpen las molestias. Muchas gracias". ¡Cómo no! Otro tren estropeado, otra estación inundada, u otra huelga de conductores. La razón no importa, lo único que cuenta es que otra vez llego tarde y cabreado. Y la puta señora ésta dando codazos para ponerse donde se abre la puerta... ¡como si aspirase a sentarse! Confórmate con poder respirar dentro del vagón.
Se sigue acumulando gente en el andén y, mientras, te preguntas si no habrá decidido dejar de circular y nos está tomando a todos el pelo. Te mantienes en el borde del andén, sin pisar la línea amarilla de seguridad, y piensas lo fácil que sería para alguien un poco perturbado dar un empujón y hacer caer a unos cuantos a las vías. Ante eso no podrías hacer nada, salvo ver acercarse irremediablemente esas luces hasta notar un seco y duro golpe, seguido inmediatamente de varias toneladas aplastando tus miembros, provocando un intensísimo pero breve dolor. Sería una muerte rápida. Uf, imagina qué impacto. Decenas de personas corriendo, un grupo reteniendo y hasta apaleando al loco homicida, los vigilantes de seguridad desconcertados, el conductor del metro con la cara descompuesta observando los hilos de sangre que escurren por el cristal de la cabina...
El ruido de los vagones entrando en la estación me devuelve a la realidad. Joder, estaba dormido con los ojos abiertos. Las cosas que es capaz de producir mi imaginación... La gente se empieza a poner nerviosa para no perder su sitio junto a la puerta. Y mi vena del cuello se hincha. Oh, sorpresa, el vagón viene repleto de gente. Observas los carteles pegados a los cristales... ¡Ah, no, si son las caras de los viajeros que luchan por respirar! Cuando se abren las puertas, se produce un fenómeno de descompresión que hace que la gente salga despedida. Pero la gran educación que demuestran muchos les impide dejar un pequeño pasillo para que puedan salir los que desean hacerlo. Así que se forma una especie de meleé con los empujones y patadas de los que salen, y codazos de los que entran. Te ganas unos cuantos enemigos y te sumas, casi involuntariamente, a la masa que hace fuerza por entrar. De repente, no sabes cómo, estás dentro del vagón. Bueno, "dentro" es un decir, porque medio cuerpo tuyo asoma por la puerta. Bua, comodón, que eres un comodón, ahí caben 2 ó 3 personas más. Y no es una exageración, porque, de hecho, un par de personas más intentan entrar y, sorprendentemente, lo consiguen. En fin, ya hemos formado una masa compacta, ya no se mueve nadie. Y respiramos de forma alterna, porque si intentásemos hinchar el pecho todos al mismo tiempo, no podríamos.
Me empiezan a caer las primeras gotas de sudor por la frente. Y no me puedo ni secar, a saber dónde están mis manos. Ya estamos preparados para salir, pero el conductor no debe de pensar lo mismo. Y ahí seguimos, unos minutos más, con las puertas abiertas (lo que provoca algún intento más de sumar viajeros al vagón), ahogándonos y sudando. Y compruebo que hay gente que no usa desodorante. Me empieza a doler la cabeza. Mis instintos asesinos se disparan. La mujer que está sentada justo a mi lado emite un gruñido de queja porque medio cuerpo mío ocupa parte de su "espacio". Joder, tú vas sentada, que se te ocurra quejarte. No respondo de mis actos.
Durante el trayecto se para, cómo no, varias veces en mitad del túnel. Incluso durante breves momentos se va la luz. Pienso que mi idea de empezar a asesinar gente a mi alrededor no sería muy efectiva, porque tal y como vamos, seguirían de pie, aplastándome. Muertos, pero perfectamente encajados en su sitio. En alguna que otra estación, obviamente también repleta, los impotentes usuarios empiezan a gritar y quejarse por no poder subir, argumentando que desde dentro estamos empujando hacia fuera para que no entre nadie. Sí, tienen razón, en realidad es que quiero mantener libres mis 10 metros cuadrados para darme un bailecito en el trayecto...
Cuando por fin llego a la estación donde hago el trasbordo (a la hora a la que ya debería estar desayunando en la oficina), sigo al grupo de gente, cual borrego, hasta el andén de la otra línea. Aquí se repiten las escenas anteriormente relatadas, con la diferencia de que en esta estación hay personal de seguridad que te indica cuándo no cabe nadie más en el vagón. Uy, ilusos, si ahí hay sitio para varias personas más; si vieses cómo he venido hasta aquí... La única diferencia en este segundo trayecto es que en este vagón, aprovechando que hay suficiente espacio como para mover el brazo, saco el libro y leo un rato, intentando evadirme de la realidad que me rodea.
Llego a la oficina tarde, sudando, cabreado, estresado, y encima no quedan bollitos de chocolate. Y cuando me siento descubro que no han arreglado el aire acondicionado.
Ay...
Aún quedan muchas horas por delante, esto no ha hecho más que comenzar...
Hablando de todo y de nada, cosas serias y coñas varias. Política, humor, música y relatos. Todo cabe aquí.
miércoles, 15 de febrero de 2012
martes, 14 de febrero de 2012
085. Amor es...
[ Relato cursi escrito en 2006 ]
Amor es dedicación.
Amor es entrega.
Amor es felicidad.
Amor es sentir cosas nuevas cada día.
Amor es no comprender la vida sin el otro.
Amor es encontrarte con una sonrisa de tonto en cualquier situación.
Amor es pasarlo mal en las despedidas.
Amor es imaginar un futuro juntos.
Amor es cosa de dos.
Amor es fidelidad.
Amor es sinceridad.
Amor es confianza.
Amor es satisfacer los deseos del otro antes que los tuyos propios.
Amor es fuego, pasión, chispa.
Amor es salir antes del trabajo para sorprender a tu pareja.
Amor es ese qué se yo, que yo que sé.
Amor es un mensajito de sólo 2 palabras en el móvil, "te quiero".
Amor es un abrazo después del sexo.
Amor es hacer locuras.
Amor es gritar su nombre a los cuatro vientos.
Amor es un regalo fuera de fechas señaladas.
Amor es apoyo.
Amor es recordar cada minuto del primer día juntos.
Amor es ser incapaz de dejar de hablar de él.
Amor es compartir silencios sin que resulten incómodos.
Amor es respeto.
Amor es disfrutar de las pequeñas cosas.
Amor es querer conocer a sus amigos.
Amor es querer presentarle a tus amigos.
Amor es animarle a que salga con sus amigos.
Amor es aceptarle y no tratar de cambiarle.
Amor es pensar que el día ha merecido la pena sólo por verle sonreír.
Amor es descubrir lo que le hace feliz y tratar de conseguirlo.
Amor es provocarle náuseas a tus amigos con cursilerías.
Amor es llorar con todas las películas románticas.
Amor es pasar noches en vela.
Amor es una boda íntima.
Amor es olvidarse del "qué dirán".
Amor es algo incontrolable e inexplicable.
Amor es química, es física, poesía y magia.
Amor es un juego en el que ambos jugadores pueden ganar.
Amor es no encontrar a la persona perfecta, sino aprender a creer en la perfección de una persona imperfecta.
Amor es tardar una hora en conocerle y solo un día en enamorarte, pero necesitar toda una vida para lograr olvidarle.
Amor es no querer dormir por la noche, porque tu vida real supera a tus sueños.
Amor es querer para la otra persona únicamente su felicidad, incluso si tú no se la puedes dar.
Amor es preferir un minuto con él a una eternidad sin él.
Amor es cosa de locos; amar cuerdamente es como no haber amado nunca.
Amor es dar el primer beso con los ojos, no con los labios.
Amor es escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón.
Amor es la capacidad de reír juntos.
Amor es lo que mueve el mundo ^^
jueves, 9 de febrero de 2012
084. El hombre de mi vida me ha dejado
[ Texto extraído de algún correo en cadena, autor desconocido ]
Después de treinta años de desvelos, de darlo todo por él, de esperarlo despierta cuando salía con los amigotes, se ha ido de casa.
Y no es que se haya ido con otra, que eso lo entendería. ¡No! encima tiene la poca vergüenza de decirme:
- Mamá, es que necesito espacio. Ya soy mayor.
¡Mayor! Pero ¡¡¿dónde va esa criatura con 30 añitos!!? Ahora, que yo se lo he dicho, ¿¿eh??
- Parece mentira, dejarme tan pronto, hay que ser mal hijo...
Y me dice:
- ¡Pues Jesucristo se fue de casa con 30!
- ¡Y mira cómo acabó! ¡No llegó a los 34!
En fin... Ya lo voy llevando mejor... Pero el día que se fue, yo creí que me daba algo. El niño allí, recogiendo sus cositas. Cuatro chorradas, porque... ¿Qué se va a llevar el pobre, si no tiene nada suyo?.... Pues todo lo nuestro. Pero fui yo la que se lo dije:
- Anda, tonto, llévate la tele pequeñita... y el DVD... y la minicadena.. . y ¡la lavadora!
Pero ¡es más bueno! Ahí ya me dijo:
- No, mamá, la lavadora, no... que no tengo ascensor. Ya me la traes tú cuando vengas a verme.
¡Mi niño! Menos mal que no tengo tiempo de pensar en él, porque estoy todo el día ocupadísima haciendo croquetas para mandárselas.
Que si no, se pasa la vida llamando a Telepizza. Y cuando estoy liada en la cocina, mi marido viene por detrás, como un niño chico, a robarme las croquetas. Y yo:
- ¡Deja eso ahora mismo! ¡Que son para el niño!
- ¿Y yo qué ceno?
- ¡Pues yo qué sé,..! ¡Llama a Telepizza!
Pero luego me da pena, el pobre... que, al final, siempre le digo:
- Andaaa... déjalo... Ya llamo yo: ¿margarita o cuatro quesos?
Bueno, y me he comprado un móvil, que puedo hablar con el niño el tiempo que quiera por cinco euros. Eso sí, sólo podemos hablar de ocho a diez, como en la cárcel... Pero, a veces, no aguanto más y lo llamo fuera de horario, a escondidas de mi marido. Que parece que tengo un amante:
- Cariño, te tengo que dejar, que ha llegado papá
Y cuando mi marido me pilla:
- ¡Ha llamado él, ha llamado él! Venga, rey, anda, no seas bobo...ya te llamo yo luego... Huy... qué mimoso está... Éste en dos días esta aquí de vuelta, eh Manolo??
Pero, por fin, cuando dan las ocho, y ya puedes hablar con él, libremente, de todas nuestras cosas...
- Hola lechoncito, soy mamá... ¿Qué tal el día?
- Bah...
- ¿Qué haces?
- Pssss...
- ¿Has cenado ya?
- Pschá...
- Bueno, no tienes ganas de hablar, ¿no?
- Bah...
- Bueno, pues adiós. ¡Manolo, el niño me ha colgado el teléfono!
Y mi marido:
- Cariño, es que te pones muy pesada...
- ¡Ahhhh! ¿Pesada yo? ¡Pesada tu madre, que hay que ir todos los años a ponerle flores!
Al principio no te atreves a tocar nada de su habitación, porque tienes la esperanza de que tu hijo se dé cuenta de que no puede vivir sin ti y vuelva. Pero la semana pasada... abrí los ojos. Le llamo, y me sale una voz de mujer:
- ¿Diga?
Y colgué inmediatamente. Volví a marcar... y ya me sale el niño. Y le digo:
- Oye, ¿quién era ésa?
Y él:
- Una amiga
- ¡Ay, menos mal! Creí que era otra madre... Bueno, ¿y qué estáis haciendo?
- Pues nada, comiendo...
- ¡Ah, muy bonito! ¡Yo todo el día encerrada en la cocina para que venga una guarra cualquiera a comerse mis croquetas!
- No, si ella no come, no le gustan...
- Ah, ¿no le gustan? Mírala, qué fina...
Ahí me enfadé tanto que decidí hacerle caso a mi marido y convertir la habitación del niño en el cuarto de la plancha. Y me pongo allí a organizar el altillo... sus libros, sus cómics, sus revistas porno... Y de pronto, me dije: "¿A ver si las va a necesitar?" Claro, porque cualquier pretexto es bueno para ir a ver a tu hijo... Pero, de repente, encontré la excusa perfecta: su ajedrez del centenario del Atleti. Con el sacrificio que hizo para reunir las piezas, ¡que estuvo un mes comprando el periódico!. Así que al día siguiente le llevé un peón... Al otro, un alfil...Al otro, una torre...
Y él:
- ¿Pero no me puedes traer todas las fichas a la vez?
Y yo:
- Ah... es que como te hizo tanta ilusión reunirlas por entregas...
Y mi marido se hace el duro, pero también tiene sus sentimientos, ¿eh? El otro día fui yo quien le pillé a él hablando con el niño fuera de horario, y con una voz de angustia le decía:
- Hijo mío... ¡mándame una croqueta...!
Ahí me di cuenta de que me estoy pasando... Que hay un montón de experiencias nuevas que vivir con mi marido. Así es que voy a empezar a disfrutar de esta segunda luna de miel. Voy a ver si lo animo, y nos vamos juntos a... llevarle la lavadora al niño.Y así el pobre prueba las croquetas, que está tan flaquito que parece que el que se ha independizado es él.
Después de treinta años de desvelos, de darlo todo por él, de esperarlo despierta cuando salía con los amigotes, se ha ido de casa.
Y no es que se haya ido con otra, que eso lo entendería. ¡No! encima tiene la poca vergüenza de decirme:
- Mamá, es que necesito espacio. Ya soy mayor.
¡Mayor! Pero ¡¡¿dónde va esa criatura con 30 añitos!!? Ahora, que yo se lo he dicho, ¿¿eh??
- Parece mentira, dejarme tan pronto, hay que ser mal hijo...
Y me dice:
- ¡Pues Jesucristo se fue de casa con 30!
- ¡Y mira cómo acabó! ¡No llegó a los 34!
En fin... Ya lo voy llevando mejor... Pero el día que se fue, yo creí que me daba algo. El niño allí, recogiendo sus cositas. Cuatro chorradas, porque... ¿Qué se va a llevar el pobre, si no tiene nada suyo?.... Pues todo lo nuestro. Pero fui yo la que se lo dije:
- Anda, tonto, llévate la tele pequeñita... y el DVD... y la minicadena.. . y ¡la lavadora!
Pero ¡es más bueno! Ahí ya me dijo:
- No, mamá, la lavadora, no... que no tengo ascensor. Ya me la traes tú cuando vengas a verme.
¡Mi niño! Menos mal que no tengo tiempo de pensar en él, porque estoy todo el día ocupadísima haciendo croquetas para mandárselas.
Que si no, se pasa la vida llamando a Telepizza. Y cuando estoy liada en la cocina, mi marido viene por detrás, como un niño chico, a robarme las croquetas. Y yo:
- ¡Deja eso ahora mismo! ¡Que son para el niño!
- ¿Y yo qué ceno?
- ¡Pues yo qué sé,..! ¡Llama a Telepizza!
Pero luego me da pena, el pobre... que, al final, siempre le digo:
- Andaaa... déjalo... Ya llamo yo: ¿margarita o cuatro quesos?
Bueno, y me he comprado un móvil, que puedo hablar con el niño el tiempo que quiera por cinco euros. Eso sí, sólo podemos hablar de ocho a diez, como en la cárcel... Pero, a veces, no aguanto más y lo llamo fuera de horario, a escondidas de mi marido. Que parece que tengo un amante:
- Cariño, te tengo que dejar, que ha llegado papá
Y cuando mi marido me pilla:
- ¡Ha llamado él, ha llamado él! Venga, rey, anda, no seas bobo...ya te llamo yo luego... Huy... qué mimoso está... Éste en dos días esta aquí de vuelta, eh Manolo??
Pero, por fin, cuando dan las ocho, y ya puedes hablar con él, libremente, de todas nuestras cosas...
- Hola lechoncito, soy mamá... ¿Qué tal el día?
- Bah...
- ¿Qué haces?
- Pssss...
- ¿Has cenado ya?
- Pschá...
- Bueno, no tienes ganas de hablar, ¿no?
- Bah...
- Bueno, pues adiós. ¡Manolo, el niño me ha colgado el teléfono!
Y mi marido:
- Cariño, es que te pones muy pesada...
- ¡Ahhhh! ¿Pesada yo? ¡Pesada tu madre, que hay que ir todos los años a ponerle flores!
Al principio no te atreves a tocar nada de su habitación, porque tienes la esperanza de que tu hijo se dé cuenta de que no puede vivir sin ti y vuelva. Pero la semana pasada... abrí los ojos. Le llamo, y me sale una voz de mujer:
- ¿Diga?
Y colgué inmediatamente. Volví a marcar... y ya me sale el niño. Y le digo:
- Oye, ¿quién era ésa?
Y él:
- Una amiga
- ¡Ay, menos mal! Creí que era otra madre... Bueno, ¿y qué estáis haciendo?
- Pues nada, comiendo...
- ¡Ah, muy bonito! ¡Yo todo el día encerrada en la cocina para que venga una guarra cualquiera a comerse mis croquetas!
- No, si ella no come, no le gustan...
- Ah, ¿no le gustan? Mírala, qué fina...
Ahí me enfadé tanto que decidí hacerle caso a mi marido y convertir la habitación del niño en el cuarto de la plancha. Y me pongo allí a organizar el altillo... sus libros, sus cómics, sus revistas porno... Y de pronto, me dije: "¿A ver si las va a necesitar?" Claro, porque cualquier pretexto es bueno para ir a ver a tu hijo... Pero, de repente, encontré la excusa perfecta: su ajedrez del centenario del Atleti. Con el sacrificio que hizo para reunir las piezas, ¡que estuvo un mes comprando el periódico!. Así que al día siguiente le llevé un peón... Al otro, un alfil...Al otro, una torre...
Y él:
- ¿Pero no me puedes traer todas las fichas a la vez?
Y yo:
- Ah... es que como te hizo tanta ilusión reunirlas por entregas...
Y mi marido se hace el duro, pero también tiene sus sentimientos, ¿eh? El otro día fui yo quien le pillé a él hablando con el niño fuera de horario, y con una voz de angustia le decía:
- Hijo mío... ¡mándame una croqueta...!
Ahí me di cuenta de que me estoy pasando... Que hay un montón de experiencias nuevas que vivir con mi marido. Así es que voy a empezar a disfrutar de esta segunda luna de miel. Voy a ver si lo animo, y nos vamos juntos a... llevarle la lavadora al niño.Y así el pobre prueba las croquetas, que está tan flaquito que parece que el que se ha independizado es él.
jueves, 2 de febrero de 2012
083. Paro
España tiene una población de casi 50 millones de habitantes. Según los últimos datos del paro, están trabajando menos de 17 millones. Eso, se coja por donde se coja, es insostenible. Más allá del drama del paro, y de la incapacidad del sistema actual para generar empleo de calidad, deberíamos reflexionar.
No salen las cuentas. Esos datos no reflejan la realidad. 17 millones no pueden pagar subsidios y pensiones dignos al resto, más aún cuando los sueldos (y por tanto las cotizaciones) en este país son considerablemente inferiores a países de nuestro entorno.
Así que, sencillamente, esos datos son falsos.
Que existe precariedad en el empleo es algo obvio, todos lo sufrimos o conocemos casos en nuestro entorno. Pero esa precariedad llega a tal extremo y descontrol que permite que florezcan los empleos "en negro", los contratos verbales, los "trabajitos" ocultos de cara al Estado. Empresarios que se aprovechan de la desesperación de mucha gente por trabajar para evitar firmar contratos y pagar Seguridad Social. Y curritos (que también los hay) que prefieren esa forma de trabajar, sin seguridad ni protección, con tal de no pagar impuestos, para que el mísero sueldo no se vea reducido aún más. Así que no trabajan 17 millones; puede que esté trabajando el doble de gente.
De nada nos valen ajustes, reformas laborales, incluso modelos productivos, si no se cumple la regla básica: respetar las leyes, las reglas del juego. Si ya es un clamor que se debería (y no se hace) perseguir el fraude fiscal, porque los que más deberían aportar son los que más "trucos" hacen para evitarlo, también debería perseguirse esa forma de trabajo indigna, insolidaria e ilegal. No interesa a los "partidos grandes", por lo visto, ni a patronal ni a sindicatos; todos parecen aceptar la situación que nos acerca más a una república bananera que a Europa.
Mucho se ha luchado durante años para conseguir derechos para los trabajadores. Y, si nos despistamos, estos terminarán desapareciendo. Y es labor de todos evitarlo. No me creo que sea tan difícil localizar trabajadores que reciben dinero en un sobre, o empresarios que no tienen a sus trabajadores en nómina. Falta voluntad política. Pero no vale con decir "la culpa es de los políticos" y seguir viendo el fútbol en la tele tan tranquilos. Pan y circo, señores.
[Imagen: El Roto, El País]
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