Un breve apunte sobre una de las (preocupantes) noticias del fin de semana: el espectacular ascenso de la ultraderecha en Finlandia. Y lo hago desde la distancia, sin conocer la realidad política y social del país, por lo tanto con las convenientes reservas.
No sé por qué la gente se sorprende tanto por esto. En cierta forma, es comprensible. Las reacciones ante los Gobiernos supeditados a los mercados que nos han llevado a la crisis, y sus soluciones que benefician a los culpables y sentencian a las víctimas, se están empezando a notar. Tómese la afirmación que voy a hacer con todas las precauciones necesarias y sin sacarlo de contexto, pero en cierta forma es envidiable lo que ha pasado. Envidia nos habrían de dar los países que reaccionan ante sus gobiernos y los partidos tradicionales y, hartos de ellos, los ciudadanos eligen para ser representados a partidos no contaminados por el poder y el dinero. El riesgo está en caer en populismos fáciles, xenófobos y antieuropeístas, como es el caso. Mucho mejor, desde luego, el ejemplo de Islandia. Sí, estoy comparando ambos casos, aparentemente dispares, porque en el fondo representan lo mismo: el hartazgo.
¿Y aquí en España? Por suerte, no tenemos esa ultraderecha clara en el espectro político (aunque algo está relativamente oculto en uno de los principales partidos, donde los discursos xenófobos, homófobos y populistas se escapan en ocasiones). De momento está la iniciativa #nolesvotes, movida principalmente a través de Twitter y las redes sociales. Una iniciativa contraria a la abstención y a los intereses de los principales partidos políticos. Ojo, no sólo a PSOE y PP, porque hay partidos como UPyD que tratan de aprovecharse de este movimiento cuando son de la misma calaña (véanse como ejemplo las votaciones en el Europarlamento, homófobas y clasistas).
Mi alternativa está clara, se encamina por el lado ecologista (EQUO será partido político dentro de no mucho). Pero hay más, casi siempre por la izquierda. Hay partidos para todos los gustos, representantes más que nunca del "voto útil", porque lo más útil, está claro, es no votar a los de siempre, y atacarles con su propia arma: la democracia.
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