Empezó siendo [Otacon], o mamá Tacones, el organizador de las quedadas del IRC en el Marichino de Hortaleza. Ahí le conocí, y aunque al principio no teníamos confianza ni nos podíamos considerar amigos, algo de complicidad comenzó cuando, en aquella noche frente al LP, nos cruzamos sonrisas cuando me marché de la mano de M.
Le visité en Berlín, y tiempo más tarde en Frankfurt (perdón, Fráncfort del Meno), y queda en mi "falta" el no haberle visitado en Tokyo. Bueno, habrá ocasión, porque otra cosa no, pero viajes es lo que nunca nos faltará. Ya sea de forma presencial o a través de sus guías, me ha acompañado en algunos de los viajes más emocionantes. Y es que compartir tu principal pasión con otra persona es de lo que más puede unir. Sabe lo que le envidio por disponer del tiempo para visitar cuantos países quiera, y sabe también que muchos nos quedan por visitar juntos. Con él descubrí Nueva York (aunque no Soho ni TriBeCa), y con él seguramente cumpla dentro de poco mi deuda escandinava.
Y un amigo no es tal si no se comparten también los malos momentos, y de eso sabemos mucho. Ambos nos hemos apoyado en el hombro del otro para llorar nuestras penas, y santa paciencia ha demostrado para aguantar mis rayadas mentales y mis bajones dominicales.
Por eso le echo tanto de menos. Y por eso espero con impaciencia que llegue el mes que viene para tenerle de nuevo por Madrid.
¡¡¡Muchas zas-zas-felicidades, Pablito!!!
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