miércoles, 14 de diciembre de 2016

170. Santi y Eva


Sorprendiéndose a sí mismo, ahí estaba Santi, totalmente desnudo, mostrándose sin pudor ante ella. Parecían haber desaparecido todos sus complejos e inseguridades, y se mostraba natural, con sus pelos, su tripilla, sus cicatrices de la reciente operación. Eva era de las pocas personas que había conseguido eso en tan poco tiempo. Con ella se sentía confiado y a gusto.

No podía dejar de mirar sus ojos; esos ojos grises azulados llenos de historias. Cómo se entornaban con su preciosa sonrisa, que ella había sido incapaz de evitar en todo el día. Con sus dedos, recorría las femeninas curvas, el pliegue del ombligo, los pequeños pezones, los lunares de los hombros. Adoraba sus imperfecciones, todo aquello que se salía de los cánones de belleza de las revistas. Sabía que prefería ese cuerpo que exploraba ahora con sus manos a aquellos artificiales maniquíes. Esto era lo que le excitaba, lo que había llevado a esas horas de desenfrenado sexo previo y actual estado de atontamiento.

Santi no sabía qué era esto, a dónde les llevaba y si tenía sentido; al fin y al cabo, hace apenas un mes era una desconocida. Ahora sólo se preocupaba del momento, de entregarse a esa chica con la que tenía una confianza digna de varios años de relación. Y así llegó el amanecer, amenazando con una nueva jornada laboral sin haber dormido nada, iluminando la habitación mostrando prendas aquí y allá.

- ¿Nos vemos esta tarde?
- Alguien tendrá que comerse todo lo que sobró de la cena…

"Maldita sea, quita esa sonrisa que me atrapa o no podré irme nunca a trabajar".


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